Algunas veces miro atrás mi vida y me sigue saltando la pregunta:

¿Qué ha sido lo más difícil: ser una buena madre o ser una buena líder en el trabajo?

A ti, que me estás leyendo, ¿también se te ha pasado esta pregunta por tu mente?

Creo que no hay una respuesta definitiva, es decir, ser una excelente madre no te exime de también ser una excelente líder.  De hecho, el segundo rol tiene muchas habilidades que desarrollamos por ser mamá, por ejemplo, la planificación de las actividades de la casa, la coordinación de acciones entre los miembros de la familia, la supervisión de los hijos o de los trabajos que se hagan en casa, la comunicación diaria con los hijos o la pareja, el dar y recibir retroalimentación (ojalá oportuna).

En fin, muchas competencias que tiene el liderazgo son de por sí, competencias que se desarrollan al ser mamá.  

Dicho esto, para mí, el rol de ser mamá trae intrínseco el rol del Liderazgo.

Ahora bien, volviendo a la pregunta inicial, mi problema venía porque tenía ubicado esos dos roles en mi vida como en una competencia. Por muchos años y por diversos factores negativos, tenía una lucha interna que me llevaba a sobre exigirme para ser una buena madre y a la vez poder ser una buena líder.

Esto significaba tener horas de trasnocho para poder estudiar o trabajar en un proyecto en casa, después de que mis hijos se iban a dormir.

Significaba el aprovechar cada minuto del día para terminar actividades, por ejemplo, si estaba haciendo esperando en algún lugar, me ponía a leer correos o algo del trabajo, o hacer llamadas de los temas de mis hijos.

Si estaba en el supermercado haciendo compras, iba de una vez atendiendo alguna llamada extra horario con alguno de mis reportes, para ver temas del día o problemas a resolver.

Significaba llegar a casa después del trabajo y revisar las tareas de mis hijos o guiarlos en alguna asignación, escuchar sus historias y preocupaciones y darles mis consejos. Hacer el menú de comida del día siguiente para asegurarme de que estábamos comiendo sano.

En fin, muchas otras actividades que tocaba hacer al mismo tiempo de los dos roles: Madre y Líder. 

Muchas, muchas veces las cosas no salían como yo quería, por mucho que le pusiera mi intención de éxito. Caí en cuenta de que esto no es normal cuando se tiene un nivel de tanta exigencia y con una cantidad considerable de temas que atender al mismo tiempo.

Con esto hay un tema adicional (que muchas mujeres se van a sentir identificadas) que es el sentimiento de culpa cuando viene esa competencia entre los dos roles: Madre y Líder. 

Sentía culpa por no poder dedicarme con un mayor esfuerzo y calidad a ser una buena madre porque mi trabajo no me daba el tiempo y viceversa. 

Una culpa que cargue por muchos años y que llevó a tomar decisiones erradas, porque en el fondo cuando tienes culpa, sientes que le “debes” a alguien, te minimizas porque crees que estás en deuda. Aceptas, aunque no quieras para poder “resarcir” tu falta, sientes vergüenza por no llegar al estándar. Pero

Nada, léase bien, ¡nada de eso es cierto Mujeres! 

Es posible que nadie nos haya impuesto esos estándares como mujeres, es posible que nadie nos haya asignado el nivel de calidad con el cual debíamos entregar resultados en todos los roles. 

Fui yo misma la que se impuso esos niveles de desempeño, la que decidió comprar ese modelo que por años y a un alto costo en mi vida, me llevó a ese actuar de “competencia” entre el SER mamá y SER líder. 

No soy la única por supuesto, al igual que yo, existen millones de mujeres que hemos pasado por estas situaciones de culpa, de competencia interna y de sobre exigencia. 

Ahora bien, esto no fue para siempre así, como todo en la vida, llegó un momento de despertar de autoconciencia que me permitió cambiar mi mirada y dejar de competir conmigo misma. 

Fueron varios factores los que me ayudaron en esto: con varias guías externas (Coach y mi Psicólogo) comencé por un trabajo interno, revisando mis creencias, aquellas que me limitaban y las que me daban oportunidades. 

Desaprendí las cosas de mi cultura que me limitaban y mantuve aquellas que valoraba.

Tuve la guía de buenos líderes, hombres y mujeres que me mostraron en mis trabajos que ya lo que hacía era ultra suficiente. Me mostraron con su ejemplo y apoyo a cambiar mis paradigmas y seguir siendo una excelente líder sin que eso significara llevar una alta carga en mi vida.  

Comencé a poner en práctica en mi casa, lo que aprendía en mi rol de líder, como, por ejemplo:

  • Técnicas de manejo del tiempo.
  • Desarrollé mi inteligencia emocional para poder conversar y ser más asertiva en mis comunicaciones.
  • Desarrollé la empatía, el manejo de situaciones de incertidumbre
  • Una que me sigue funcionando muchísimo: la capacidad de influenciar y lograr acuerdos. 

Todo esto sumado a que, comprendí que lo que verdaderamente importaba en ambos roles, no era la cantidad sino la calidad de los momentos que compartía con cada ser humano.

Este proceso me llevó años, que no hubiese podido lograr si no hubiese tenido la guía de coaches y mentores que me ayudaron y acompañaron para tomar conciencia, desaprender y desarrollarme.

Finalmente pude reconciliar ambos roles y darme cuenta de que el liderazgo en cualquier forma comienza por tomar el control de tu propia vida, tomar conciencia y decidir donde quieres llegar.

Atrévete a dar ese paso y eliminar el miedo que te detiene para avanzar en tu vida profesional y personal plenamente.

Aqui me tienes para acompañarte en tu desarrollo 👉Contactos – Ivett Casanova

¡Libérate del miedo de pedir ayuda! 😉

Ivett Casanova