Muchos líderes se han visto en la situación de que a veces las cosas no salen como esperan, y cuando estoy con ellos en las sesiones de alienación de equipo y les pregunto “¿por qué?”, las respuestas más comunes son del estilo: “es que las condiciones aún no están dadas”, “no tenemos los recursos suficientes o los colaboradores que realmente necesito para poder avanzar”, “no ejecutan las labores de la forma acordada”, “no puedo hacer tantas cosas a la vez y por ende no sale el trabajo”.
Y es muy probable que esas respuestas sean ciertas, que eso sea lo que está ocurriendo en las organizaciones y en la vida de esos líderes, o de ti que me estás leyendo. Pero aquí es cuando debemos detenernos y preguntar: ¿de quién es la responsabilidad de que estas cosas ocurran? ¿Cuál es el origen?
Y aunque suene difícil, debo decir que la responsabilidad de cómo están sucediendo las cosas es tuya, en un 100%.
Incluso si estás pasando por una situación que no entiendes y constantemente te preguntas “¿por qué esto me está pasando a mí?”, si examinas bien lo más probable es que descubras qué está pasando por tu causa. Ahora, tampoco todo es blanco o negro. Hay situaciones que definitivamente uno no controla y entran a tu vida por razones ajenas a tu voluntad, PERO sí está en tus manos decidir cómo responder o reaccionar ante eso negativo y transformarlo en algo que te beneficie.
¿Qué pasa si tienes un colaborador que no cumple con las metas y altera el desempeño del equipo?
Este es un tema recurrente en mis sesiones de alienación de equipo. Se me acercan muchos líderes frustrados porque tienen algún o algunos colaboradores que no cumplen con las expectativas del trabajo. Y muchas veces la solución más inmediata que ellos toman es despedirlos… Y ahí comienza un desagradable proceso de rotación de personal que más bien perjudica el avance de la organización y al final, puede no resolver el problema.
En este caso, lo primero que tienes que hacer es preguntarte:
¿Les has comunicado bien tus expectativas y lo que querías?
¿Tus ideas son totalmente claras antes de transmitirlas?
¿Estás realmente permitiendo que tu colaborador aporte abiertamente?
¿Estás frenando el trabajo constantemente?
¿Cómo estás facilitando que fluya la dinámica de trabajo?
Y esto no sólo te puede estar pasando con un colaborador o tu equipo, es aplicable también a tu organización, tu jefe, las personas que viven contigo… ¿O no?
Porque todo parte del mismo principio: si no te haces cargo, lo más seguro es que las cosas no cambien. Vamos a ver de manera práctica qué puedes hacer para empezar a ejecutar esos cambios…
1. Debes tomar riesgos
Hay un refrán que dice “quien no arriesga no gana”, y es así. Tienes que asumir que para obtener resultados diferentes, debes tomar acciones de una manera distinta a como acostumbras. Y no te lo voy a negar…Muchas veces eso implica tomar riesgos y da miedo… ¡Pero puedes hacerlo!
Lamentablemente no tenemos todo garantizado en la vida, hay muchas cosas que no sabemos exactamente cómo van a resultar hasta que las experimentamos. Ahora, para eso uno establece planes y plantea posibles consecuencias que ayudan a hacer estimaciones.
En todo caso, tienes que saber que debes permitir que las cosas se hagan de otra manera y que tus talentos propongan sus ideas u otras posibilidades de acercarse a los proyectos. Debes abrir tu mente para poder crear ese espacio diverso e inclusivo donde cada uno pueda aportar desde lo que es y lo que sabe. Incluso así será más fácil para ti poder encauzar tus metas y las de tus equipos.
2. Conviértete en líder por voluntad propia
El liderazgo no te lo da una posición. Muchos líderes piensan que el liderazgo comienza una vez que le otorgan un cargo de “superioridad” o cuando son ascendidos, o cuando tienen un equipo a su cargo. Y debo decirte que eso es un error.
El liderazgo no se trata de un puesto de trabajo sino de una actitud. Puedes verlo como un modo de vida, como la manera en como puedes influenciar y manejar tu entorno, controlando lo que puedes para al final llegar a tus objetivos y al bien común del equipo o entorno en el que te encuentres. No esperes a que te den cierta responsabilidad, o que te indiquen qué debes hacer y cuándo, o asumir que ya otro se está encargando de algo. Asegúrate por ti mismo, toma siempre la iniciativa y hacerte cargo.
3. Gestiona tus emociones
Tengo un caso de una de las líderes de equipo que acompaño que puede ejemplificar muy bien este punto. Se trata de una persona que al principio su frustración era tan grande que muchas veces las conversaciones terminaban en lágrimas o en molestia, porque sus planes no marchaban como ella quería, o porque tenía compañeros y colaboradores con los que no tenía la mejor relación, o porque no sabía qué hacer con alguien en específico para que cumpliera con lo que ella estaba pidiendo.
Y si esto te está pasando a ti, debes saber en principio que esto es totalmente normal, sencillamente porque somos seres humanos, también con un cuerpo emocional. De hecho, eso muestra lo que te importa, porque significa que valoras lo que haces, porque muestra tu vulnerabilidad y la forma en que estás entregado a ti y a tu trabajo.
Ahora bien, el aprender a reconocer lo que nos pasa, sentimos o pensamos en esos momentos, viene siendo el camino para desarrollar esa conciencia emocional. Y ese fue el trabajo que comencé a hacer con mi líder de equipo pudiendo ver los frutos de ese proceso con el paso del tiempo. Hoy por hoy, esta misma persona dice que cuando se enfrenta a una situación difícil no se molesta, ni se entristece, ni se frustra… Que ha logrado manejarlo, aprendiendo a reconocer esos disparadores y lo que siente en determinadas situaciones permitiéndole manejarlas con una mejor postura, con una toma de decisiones más ecuánime y evaluando las cosas con más objetividad.
Sé un líder comprometido con la misión
Es importante que siempre tengas en mente que lo más importante de todo esto es aceptar que ante todo lo que pasa a tu alrededor, tu eres el único responsable de decidir cómo responder ante esa realidad, que si hay eventos imprevistos que alteran tu estabilidad, tú tienes la posibilidad de cambiarlos y transformarlos en algo mejor.
No te sientas víctima de tus circunstancias, por más difíciles que sean, intenta enfocarte en la misión que tienes en ese propósito que quieres lograr en tu vida, en el éxito que quieres para ti y los que te rodean. Ese modo de pensar te permitirá siempre situarte en el sitio adecuado para enfrentar cualquier situación que se te presente en el camino y podrás manejarla en aras de una solución conveniente, positiva y fructífera.
Un buen líder está comprometido con todo, siempre se coloca primero como el responsable y el que se hace cargo ante las circunstancias y se plantea constantemente qué puede hacer concretamente para que los otros puedan ser mejores y contribuir al logro de las metas.
Esto tampoco es un proceso tan rápido, así como el caso de mi cliente, la líder de equipo, que compartí arriba, muchas veces requiere de un acompañamiento profesional que te ayude a entender el camino, a identificar la mejor forma para asumir o generar esa responsabilidad y cómo trabajarla para tener una vida personal y profesional exitosa.
Siempre suelo decir que dar el primer paso en levantar la mano para pedir ayuda, es de por sí un hecho heroico, porque allí te estás dando la posibilidad de atreverte a conversar para explorar en ti lo desconocido de la mano de un acompañamiento profesional.