El Fin del Silencio: transformando el apoyo entre Mujeres en el mundo laboral

En el mundo corporativo y del emprendimiento, las mujeres enfrentamos un desafío que rara vez se discute abiertamente: la dificultad para pedir ayuda.  Es un tema bastante repetitivo que experimenté en carne propia y desarrollando a muchas mujeres en el mundo corporativo y que sigo viendo en mis sesiones de Mentoría y Coaching con mujeres. No sé qué es eso que nos pasa, que hace que nos encontramos atrapadas en esquemas y patrones errados que nos impiden mostrar vulnerabilidad y apoyarnos mutuamente.  Creo que es hora de romper estos esquemas para crear la sororidad que impulse el desarrollo de las mujeres aceleradamente en los diversos ámbitos de la sociedad.

La disyuntiva del silencio

En el entorno corporativo, muchas mujeres sienten que no pueden levantar la mano para pedir ayuda. Los pensamientos predominantes que aparecen son: «Se supone que yo sé hacer este trabajo», «se supone que sé negociar», «me contrataron para inspirar», y así muchos más ejemplos que van hasta el ámbito personal y familiar.   Estos pensamientos nos paralizan y nos dejan atrapadas, incapaces de pedir apoyo por miedo, vergüenza o pena. Nos preocupa que pedir ayuda sea visto como una señal de debilidad o incompetencia.

Por otro lado, las mujeres emprendedoras tienden a ser más abiertas a pedir ayuda. Sin embargo, en las sesiones de networking, suelen responder con frases como: «Todo va de maravilla, mi negocio va súper bien». A pesar de los desafíos, el estrés y los miedos, nos quedamos atrapadas en la fachada de éxito, incapaces de mostrar nuestras luchas internas y pedir el apoyo necesario.

¿Te imaginas el impacto que tendría en tu carrera o negocio si te sintieras libre de pedir ayuda sin miedo al juicio?

WOW ¡seria poderoso! Por ahora, sigamos profundizando…

«Hey! No somos super humanas, está bien reconocer nuestras limitaciones, está bien tomarnos descansos, está bien soltar y delegar, está bien pedir ayuda cuando lo necesitamos.»

¿Por qué a las Mujeres nos pasa esto?

Observamos que los hombres, aunque también enfrentan el desafío del ego, no tienen reparos en compartir sus retos abiertamente y pedir recomendaciones o ayuda en el plano laboral. Se recomiendan contactos, negocios y herramientas sin el temor al juicio, con frases como: «¿Cómo me ayudas?», «¿Qué me recomiendas?» o «¿Qué harías tú?».  Claro está, creo que es importante notar que lo hacen de manera diferente. Los hombres suelen compartir recomendaciones y experiencias, pero a menudo lo hacen desde una posición de fuerza, es decir, no mostrando su vulnerabilidad.

En el plano laboral, las mujeres necesitamos avanzar en esta área. Así como no tenemos reparo en hablar de nuestras cosas personales con nuestras amigas, deberíamos pedirnos ayuda en el trabajo sin miedo o vergüenza a sentirnos juzgadas.

Mujer, ¿cuántas veces has sentido que pedir ayuda podría ser visto como una debilidad?

Y más aún, ¿qué debe pasar para que esto NO ocurra?

Creo que para para cambiar esta dinámica, debemos abordar tres puntos claves, muy presentes en la sociedad:

1. Romper el estereotipo de la Mujer Maravilla

Debemos deshacernos de la idea de que tenemos que hacerlo todo y hacerlo perfectamente. Queremos ser las mejores mamás, esposas, hijas, amigas, profesionales, líderes, deportistas, amas de casa, y la lista sigue.  Hey! No somos super humanas, está bien reconocer nuestras limitaciones, está bien tomarnos descansos, está bien soltar y delegar, está bien pedir ayuda cuando lo necesitamos.

Y esto está avalado por muchos estudios, como el realizado por McKinsey & Company en el año 2020, donde encontró que las mujeres tienen más probabilidades que los hombres de sentir que deben cumplir con estándares más altos en el trabajo. El 59% de las mujeres encuestadas dijeron que sienten la presión de trabajar más duro para demostrar su competencia, en comparación con el 49% de los hombres.

¿Qué necesitas romper para sentirte más cómoda pidiendo ayuda?

2. Eliminar el patrón de la crítica constante hacia otras

Si ya sé, que esto aplica para todos los géneros; sin embargo, quiero recalcar que la crítica constante llena tu mente, cuerpo y corazón con cosas negativas, desde la falta de autoconfianza, envidia, resentimiento hasta llegar hasta el odio.

Toma tiempo reconfigurar nuestra forma de pensar y actuar, pero se puede cuando se tiene la determinación y perseverancia para hacerlo.

Como dice el dicho: “Lo que Juan dice de Pedro habla más de Juan que de Pedro”.

Así que pensemos dos veces antes de criticar porque vamos a estar dejando ver todo aquello de lo que carecemos. En lugar de criticarnos, debemos apoyarnos y celebrar los logros de otras mujeres, aprender de sus errores, sacar lo mejor de cada ser humano.  Dejar el hábito de criticar a otros y crear el hábito de la solidaridad es clave para nuestra evolución colectiva. 

3. Romper el estereotipo de que las mujeres debemos competir

La idea de que las oportunidades son escasas y que debemos competir entre nosotras es una realidad del pasado, lejana, por cierto. Hoy, hay espacio para todas nosotras y la competencia innecesaria solo nos divide como género.Sí, es cierto que muchas mujeres que hoy ocupan posiciones de liderazgo deben sanar sus heridas, de todo aquello que quizás les haya costado llegar donde están, y desde ese nuevo Ser, comenzar a apoyar a otras, mostrando el camino a seguir, proveyendo recursos para que las próximas generaciones se desarrollen apropiadamente y puedan ocupar esos cargos de toma de decisiones rápidamente. Se trata de abrir la conversación para la colaboración y el apoyo mutuo, donde todas saldremos fortalecidas y ganadoras. 

La Sororidad: el camino para romper esquemas patriarcales

La sororidad es un concepto que va más allá de la simple amistad entre mujeres. Me encanta como lo define Viviana Páez Ochoa, en su artículo Mujeres y Sororidad, donde dice: “Sororidad es la palabra que evoca a todas aquellas mujeres que han sido hermanas, amigas, compañeras, colegas, guías, madres, hijas; nos recuerda a todas aquellas que cuidan, curan, protegen, enseñan, sostienen, apoyan y son luz para otras mujeres en un pacto mutuo de hermandad y respeto.  

Desde ese espacio de ser luz e irradiar luz a otras, es que debemos atrevernos a estar, donde comencemos a reconocer que compartimos experiencias y desafíos similares y que, al unirnos, podemos enfrentarlos de manera más efectiva. La sororidad nos invita a romper con el aislamiento y la competencia para construir redes de apoyo genuinas.

Como Coach de Liderazgo y empoderamiento femenino, he visto de primera mano cómo la sororidad puede transformar carreras y vidas. He trabajado con mujeres que, al principio, tenían miedo de mostrarse vulnerables y de pedir ayuda.

Tenían murallas levantadas, llevaban mascaras fuertes, y cargaban un peso grande por años. Sin embargo, a través de sesiones de coaching, con un trabajo profundo personal y participando en redes de apoyo, estas mujeres han aprendido a confiar en sí mismas y sobre todo a confiar en otras, aportando al desarrollo y éxito de otras mujeres, con una mentalidad de abundancia y practicando la sororidad.

Finalmente, hago un llamado a las mujeres a que avancemos en romper los esquemas y patrones erróneos que nos impiden pedir ayuda, a que creemos o participemos en las redes de apoyo, y mayormente a que celebremos los logros de otras mujeres para construir una cultura de solidaridad, impulsando el éxito juntas.

Me despido con este desafío: ¿Cómo podrías apoyar a otra mujer en tu entorno laboral o emprendedor hoy?

Ivett Casanova