En la complejidad de la comunicación laboral, me surge una pregunta intrigante que permea también el tejido familiar y social: ¿por qué las mujeres asertivas son a menudo etiquetadas como mandonas? Cuando escuchas a una mujer decir frases como: “debes completar esta tarea para XX fecha”, o “estaré concentrada, así que les pido que no me interrumpan por la siguiente hora”, son percibidas como fuertes o demasiado directas. Esta percepción, la mayoría de las veces, está enraizada en estereotipos de género que nos hacen tener puntos ciegos en nuestra comunicación e interacción diaria.
En mis sesiones de coaching y mentoría con mujeres lideres, muchas veces, aparece el tema del miedo a no ser directa, a no dar retroalimentación correctiva o establecer límites, por el temor a ser percibidas como “duras o mandonas”. He vivido en carne propia y presenciado a lo largo de los años, como a medida que las mujeres avanzan en sus carreras, surge un dilema persistente: ¿cómo es que el ser asertivo, una cualidad esencial para el liderazgo, a menudo se interpreta como algo negativo en las mujeres?
La primera razón que he encontrado es que la asertividad femenina, a menudo, se enfrenta con la barrera de los estereotipos de género arraigados. Nuestras sociedades han tejido expectativas tradicionales alrededor de la feminidad, asignándonos a las mujeres roles de cuidadoras, conciliadoras, comprensivas y pacientes, entre otras descripciones. Una de las autoras que me gusta y que ha escrito sobre esto es, Sheryl Sandberg, en su obra “Vayamos adelante”, donde comparte como estas expectativas de género influyen en la comunicación y, por ende, en la percepción de la asertividad en las mujeres.
Entonces, cuando una mujer adopta una postura asertiva, desafiando estas expectativas preconcebidas, con frecuencia se enfrenta a la resistencia, a la crítica o el rechazo por parte de los demás. Esto se ve agravado por la llamada “sororidad rota”, que agrega una capa adicional de complejidad al asunto. Esta “sororidad rota” se refiere a la competencia entre mujeres en entornos laborales y sociales, donde la crítica entre mujeres se intensifica, reflejando la internalización de estereotipos de género sin que la mayoría de las veces, nosotras como mujeres, seamos conscientes de ello.
Me ocurrió hace unas semanas una situación que ejemplifica exactamente este tema. Como líder participante en un comité global de diversidad e inclusión, envié un mensaje claro y asertivo resumiendo temas de una reunión y solicitando aportes, recibí un silencio ensordecedor como respuesta. Este episodio me llevó a cuestionar una vez más, si la asertividad femenina se percibe como amenaza incluso en entornos liderados por mujeres. Es decir, nos encontramos en una dicotomía donde el ser asertivo en las mujeres puede ser una virtud, pero al mismo tiempo está en el terreno de la estigmatización.
La segunda respuesta que encuentro a mi pregunta inicial de ¿por qué las mujeres asertivas son a menudo etiquetadas como mandonas?, tiene que ver con los sesgos inconscientes que también juegan un papel crucial en la percepción negativa de la asertividad femenina. Los sesgos inconscientes vienen de esas creencias y estereotipos inconscientes que nos hemos formado desde la familia, la escuela, amigos, trabajo, etc., y que nos llevan a tomar decisiones o emitir juicios que generan desigualdad y favoritismo en nuestras interacciones. Todos tenemos sesgos inconscientes, el tema está, en que los traigamos a la mesa en el momento en que observamos esas situaciones y tomemos consciencia de cuales son mis sesgos, que es eso que me estoy diciendo a mí misma sobre las demás mujeres.
Es así como cuando te escuches a ti misma, ese juicio que haces sobre otras mujeres, debes preguntarte ¿cuál es la raíz cuando digo que otra mujer es mandona?, ¿es por el tono de su voz?, ¿es por las palabras que usa?, ¿es porque en verdad el tema recae en mis sesgos? ¿soy yo la que debe revisarse para cambiar como mujer, esas creencias que me impiden actuar con firmeza? ¿Por qué acepto sin reparo que mi jefe hombre me diga que hacer sin decir: por favor? Esas interrogantes pueden ser incomodas para hacérnoslas, sin embargo, en sus respuestas es donde está la raíz de esas actitudes y comportamientos errados que muchas veces tenemos. En esas respuestas, es donde se abre el espacio para nuestro autoconocimiento para entrar a revisar cuales son esos estereotipos que estamos siguiendo, cuales son esas creencias y sesgos inconscientes que debemos cambiar.
Otro aspecto super clave es fomentar la autoconfianza. Las mujeres debemos sentirnos respaldadas para expresar nuestras ideas de manera asertiva. Las mujeres tenemos que sentirnos tranquilas y tener la certeza de que nuestra voz es valiosísima, que aportamos de manera inteligente y significativa al crecimiento de las organizaciones y la evolución de la sociedad. Esa voz que quizás, ha estado callada y oprimida por mucho tiempo, es hora de dejarla salir con sabiduría y certeza.
En mi ejemplo, he observado que la falta de respuesta a mi mensaje no era un rechazo personal, sino posiblemente un reflejo de sesgos y estereotipos arraigados en mis colegas mujeres. Y como dice Don Miguel Ruiz en su libro de “Los 4 Acuerdos”, he aprendido a no tomarme nada personal y a no asumir, así que pude resolver ese silencio a través de preguntas poderosas.
Ya es hora de que la asertividad en las mujeres sea celebrada como una fortaleza y no estigmatizada como autoritaria. Si es posible hacerlo, mi llamado es que cada mujer se comprometa a tomar consciencia y a trabajar la autoconfianza. Algunas de las acciones que más he desarrollado en mi experiencia y que recomiendo es, creando programas de mentoría, programas de coaching, implementando entrenamiento en habilidades de liderazgo y sobre todo generando espacios seguros para la práctica de la asertividad y así empoderar a las mujeres en su comunicación.
Desafiar estereotipos y trabajar hacia una igualdad de género efectiva son pasos cruciales para transformar las percepciones arraigadas.
Invito a las mujeres a reflexionar sobre el poder de nuestra voz y a apoyarnos mutuamente. La asertividad no debería ser una barrera, sino un puente hacia un liderazgo auténtico. Debemos cada una tomar el compromiso de revisar que estereotipos estamos siguiendo. Debemos constantemente revisar nuestros sesgos inconscientes y fomentar la autoconfianza, para construir entornos laborales y sociales donde la asertividad en las mujeres sea reconocida como un activo invaluable.
Ivett Casanova